lunes, 24 de enero de 2011 | By: Samuel R

Pesadilla de una raya


Hubo un pasado. Un pasado. Sin contradicciones, sin golpes a una puerta que no se abre. Hubo un camino. Nunca desapareció. Sigue en el mismo sitio donde lo dejaste. ¿Por qué te quedaste quieto?

Hubo una época en que no teníamos miedo a la muerte… ni a la vida. Entonces descubrimos que nuestro destino era el de improvisar en cada momento, aprovechar las oportunidades... o dejar que el tiempo nos borre de la memoria, malgastar los minutos que un reloj de muñeca decidió regalarnos. Desperdiciarlos porque no hay nada por lo que merezca la pena esforzarse. Nuestra fue la decisión. Siempre.

Antes… antes no teníamos miedo a los cambios. ¿Qué nos importaba perderlo todo? Si no teníamos nada. Nada fue nuestro. Todos aquellos problemas en los que ni siquiera pensábamos ya estaban aquí antes que nosotros, y estábamos convencidos de que todo seguiría igual, con nosotros o sin nosotros. Nada de nuestro alrededor cambiaba, solo cambiábamos nosotros y nuestra forma de ver las cosas.


Fue una época maravillosa, un trocito de suerte que gastamos y no nos devolverán.


Ahora creo en el destino. O al menos finjo que creo en él. Pero… es tan poco trascendente. Ahora siento que mi tiempo se pierde y mis esfuerzos se dedican a tonterías. ¿Cuál es mi límite? ¿Mi esfuerzo sirve para algo?
Es cierto. No se si ya esta todo escrito, si merece la pena seguir este camino. La obsesión por hacer algo importante, algo que salga de dentro, para llegar a un lugar más profundo todavía, me obsesiona.
¿Tiene sentido esforzarse por crear algo único cuando las letras que escribes carecen de sentido? ¿Qué hay nuevo que decir sobre… nada?


A lo largo de este conjunto de experiencias vacías al que llamo vida he aprendido algunos secretos. Sé que las traiciones nos esperan en cualquier esquina. Sé que perdonar es una estupidez, y olvidar una virtud. Sé que la verdad nunca nos hará libres, quizás todo lo contrario. Y si uno quiere seguir el camino tiene que revelarse contra el pasado, es la única forma de avanzar.