Que no. Que la vida no es un ente con un objetivo para ti, ni
pretende enseñaros nada. La vida no te putea, no te da lo que te mereces, sea
bueno o malo. A la vida se la suda que aprendas de tus errores o te sientas mal
porque tu moral te condena. A ella le da igual que te mate un camión o tropieces
con la misma piedra una y otra vez. La vida no ha preparado un astuto plan para
que el sacrificio te lleve a lo más alto, o para que cuando tu novia te deje,
aprendas una valiosa lección. La mierda te envolverá una y otra vez, y te
aseguro que no aprenderás nada de ello.
Y es que todos tenemos los mismos problemas, aunque nos
creamos diferentes a los demás, tenemos más bien poco de originales. Somos
todos la misma mierda que danza para arriba y para abajo mientras nos reímos
con la boca abierta y dejamos que se nos vean las caries allá donde vamos.
Y mientras empujo el traspalé de una punta a otra del almacén
pienso en mis otras vidas y me pregunto
porque no soy yo un afamado pianista o un juez de los que luchan por las
jodidas causas justas, aunque no me importen. Porque no robaba bancos, o,
simplemente, no hacía nada. Solo preocuparme de mantener la nevera llena de
cerveza y de que las pulgas no invadieran mi cama. Porque no podía ser
simplemente una parte más de la inmensa nada que ahoga y afloja, y así otra
vez.
Y si la vida no quiere nada para mí, que alguien me explique qué
importancia tiene ser un hombre de éxito o lamentarse bajo un techo con
goteras. Si alguna de las dos opciones me rescata de la cobardía y la monotonía,
que venga aquí y llame a la puerta. Estaré despierto hasta tarde.