Hay un monstruo al otro lado de la ventana de mi cuarto de
invierno. Lo veo por las mañanas, esperando a que me levante, y me acompaña el
resto del día hasta que le doy las buenas noches. Cada medianoche, cuando no
estoy mirando, vuela y se acerca un poco más a mi ventana. Tiene los ojos
verdes y expulsa fuego a todo aquel que intenta acercarse a mí. A veces le hago
ofrendas de paz, pero se lleva todo lo que le doy.
Cada día es más y más grande. Lo veo por el retrovisor
cuando conduzco rumbo a cualquier parte. Me tapa los posibles caminos y no sé
para donde tengo que seguir.
Y, cuando intento dormirme, veo mil bombillas rotas en mi
techo y mil brazos rotos que asoman por debajo de mi cama, atropellándose unos
con otros. Y, a través de la ventana, veo esos ojos verdes que nunca se apagan.