La frambuesa sólo tiene una semilla en su fruto, una única oportunidad de crear, y una única oportunidad de morir. Una suerte con la que sólo cuentan algunos desdichados que pasan por nuestras vida como un cometa, agitan todo lo que ven, y luego se desaparecen.
Quizás los que tenemos todas las oportunidades que nos imaginamos, estamos invirtiendo en la pérdida. Toda una vida luchando por conseguir el equilibrio, pero conseguir el equilibrio es estar totalmente perdido, bloqueado y sin fuerza para sostener los volcanes que atacan cada flanco de nuestra existencia. Somos el espejo barroco del universo, y todo lo que pasa fuera de nosotros, pasa dentro de nosotros, de forma escalona y transversal. Como espejos rotos, solo podremos conseguir la fuerza si perdemos constantemente el equilibrio, y constantemente luchamos por recuperarlo.
Mientras sigamos tirando, de mejor o menor manera, pero manteniéndonos, no hay ninguna razón para cambiar lo que esta mal. Si queremos cambiar las cosas, tenemos que estar dispuestos a tocar fondo, y a partir de ahí, disfrutar de lo que venga, porque por efecto contraste, todo lo que suceda será algo bueno. Será la mejor manera de disfrutar de verdad de las pequeñas cosas, tal como rezan tantas tazas en tonos pastel. Pero eso es y siempre será así, las mentiras pueden comprar la eternidad, tanto si vienen en una taza como si salen de una boca con labios rojos.
Autor
- Samuel R
Y mientras mis frágiles huesos se marchitan en este desierto, como piedras que olvidaron su amor y su odio, su verdad y su mentira... es entonces cuando noto una brisa inocente, que trae olores de belleza y libertad.
Es en ocasiones como esa cuando, a pesar del común pesimismo que me acompaña y me hace naufragar, sospecho que el mundo es un sitio hermoso, pero los hombres lo estropean. Siempre lo estropean todo.
(- - -)
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Ábreme conversación esta noche y te hablaré de mis deseos. De como quiero que las mariposas desenvuelvan huracanes, que el fuego se expanda...
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La tormenta acabó por destrozarme, por enmudecerme. Mis palabras cayeron desplomadas en el combate. Perdí. Bajé el telón. ¿Y ahora? Ahora ...
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Bajamos las escaleras y salimos a la calle. La luna seguía donde la dejamos, escribiendo el guión de la noche. Hacia algunos días que habí...
Desde Castilla sin amor
Todas las calles desconocidas, todas las casas tan
acogedoras que te tratan como a un extraño, todos los portales de escaleras
infinitas, todas las habitaciones estrelladas en días sin luna llena ni vacía;
en todas hay pedazos de ganas de todo, que no llegan a nada. Porque no se nos
va la vida por el sumidero si nos dejamos de ver, ni la sangre me llama a un
encuentro contigo antes de que caiga el rey sol. Que ni tu eres mía ni yo soy
tuyo. Y tampoco pasa nada. No quiero eso para nosotros, ni tampoco todo lo
contrario. No quiero nada. Las calles son mi cenicero en días como estos.
Las heridas cicatrizarán antes de que empiecen a doler,
llevamos mucho tiempo jugando a este deporte que empezó a ser de riesgo y
ahora, ¿ahora qué? Ahora está todo domesticado, ahora nadie muere por nadie. Y
es que, para que no nos vean, nos tapamos el rostro, y negamos nuestros nombres
propios delante de un vaso de tubo, debajo de la música, detrás del humo de
unos cuantos cigarrillos. Y para que nos entiendan, tenemos que decir que solo
lo repetiremos una vez, y después de eso, no lo volveremos a decir más.
No sé, quizás darte cuenta de que eres idiota es un proceso
demasiado lento para nuestro propio bien. A veces lleva toda la vida, y
nosotros ni siquiera hemos empezado a contar.
Intuyo que hoy será un día de mierda. Uno de esos que no
pasa nada interesante, ni descubriremos nada que no hayamos desenvuelto ya. No
habrá un café y una conversación que nos saque del mundo onírico. Intuyo que
hoy será un día de mierda. Pero, qué coño, ¿quieres pasar este día de mierda
conmigo?
Por último, hagamos un trato. Queda prohibido decir
palabrotas en tiempo de paz.
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