Todos esperan que escribas la gran historia de amor que te
hará famoso. Esto funciona así, ellos ya se cansaron de tus relatos de siempre.
Ya se han dado cuenta de que siempre giras sobre el mismo precipicio y que, de
tanto asomarte, ya apenas te duele. Ya han descubierto que eres un farsante.
¡Brindo por ellos!
Ahora esperan algo más de ti. Algo nuevo. Pero no hay nada
nuevo dentro de un hombre cerrado y encerrado. Las personas así no dejan hueco
para lo que haya por venir. Los hombres muertos no cuentan cuentos.
Los hombres encerrados se alimentan de recuerdos. Y yo la
recuerdo a ella, en exceso y sobremanera. Recuerdo estar sentados en mi vieja
habitación, un gran poster de Cobain mirándonos desde lo alto con aquellas
gafas horteras, una ventana a un patio interior, una consola. Una litera.
Estábamos frente al ordenador viendo videos de conciertos a
los que nunca podríamos ir. No se puede decir que fuera una manera de matar el
tiempo, porque realmente nos encantaba.
Sonó su teléfono. Ella lo miró, torció el gesto y lo
bloqueó. Yo también vi quien era: su ex. Otra vez. Ella no dijo nada al
respecto. Yo hice como que no había visto nada. Pero lo había visto. Y la
ausencia de explicación por su parte fue la sonata de la inocencia herida que
marcó nuestra relación a partir de ese momento.
Debí haber dicho algo. Quizás un simple “¿Quién era?”. Pero
decidí hacer como si no
hubiera visto nada.
¡Brindo por la ignorancia premeditada y con alevosía!
También nos recuerdo frente a la farmacia de guardia.
Habíamos salido corriendo de su casa, ella ni siquiera había tenido tiempo de
combinar su sujetador con sus bragas. Yo llevaba solo un calcetín porque no
encontraba el otro.
Me hizo decidir si ir a comprar aquella pastilla o
arriesgarnos. Me hizo cómplice y verdugo del destino que se nos venía encima.
Se quitó toda responsabilidad y me dijo que haríamos lo que yo quisiera con
aquello, que ella no podía tomar una decisión así.
Yo tenía claro cuál era su postura, solo la escondió porque
quería ver que pensaba yo de todo aquello. Mi decisión habría llenado de
orgullo a los responsables de planificación familiar, pero no lo consiguió con
ella.
Ella se llevó una decepción, pero no puedes traer un bebé a
este mundo si no estás seguro de que podrás dárselo todo.
¡Brindo por las grandes indecisiones y los pequeños
asesinatos!
Y, ella no lo sabe, pero conocí a otra mujer. Alguien cuya
pureza ensombrecía mi relación en ese momento, con quien podía hablar de cosas
que hacía tiempo que no podía hacer con ella.
Y le habría puesto los cuernos una y mil veces si se
hubieran dados las circunstancias idóneas. Todo se precipitó hasta llegar a su
punto más alto, donde yo ya estaba seguro de que no quería seguir con ella. Pero
no llegó a pasar nada, y poco a poco todo fue yendo a menos hasta desvanecerse.
No llegó a pasar nada, la vida a veces es así. Pero de haber
pasado, habría seguido adelante.
¡Brindo por las oportunidades perdidas!
Por esto, la gran historia de amor que nos hará volver a
tener esperanza en la humanidad no llegará de mis manos. Así que no sigáis
esperando. Tampoco habrá más historias de viejos amores, ya está todo dicho en
ese sentido.
No sé, lo siguiente podría ser algo así como la historia de
una asesina en serie. Una mujer de pelo rubio y rizado. Una peligrosa enfermera
que trabaja en el turno de noche de un hospital, y que hace su ronda por las
habitaciones con una Biblia y un revólver.
Si. Eso es lo que podéis esperar de mi a partir de ahora.
¡Brindo por las enfermeras rubias con Biblia y revólver!