A veces te miro y eres Lolita, la luz de mi vida y el fuego
de mis entrañas. Saltas a la comba con mi cordura y destrozas mis nervios
cuando no me haces caso. Y yo intento ser tu asesino de prosa elegante mientras
tú te distraes entre marañas de estímulos ajenos. Otras veces eres Lagertha,
defendiéndome de los infieles como una autentica vikinga sin miedo a lo
desconocido. Poderosa y segura de ti misma, con la certeza de que los dioses
tienen un asiento reservado para ti en el Valhalla.
En ocasiones eres Audrey Hepburn tocando Moon River en el
alféizar de la ventana bajo el atardecer de Nueva York. Coqueteas con la
melancolía de los sueños que se han ido, a sabiendas de que lo mejor está aún
por llegar. En otros momentos eres Once y, aunque tengas un don especial, te
comportas como una niña pequeña y desapareces. Me dejas sólo y tengo que luchar
contra los malos sin tus poderes.
Te he visto convertirte en Daenerys de la Tormenta, una mujer
hecha a sí misma en un mundo dominado por los hombres y sus reglas. He visto cómo
te has negado a someterte y has impuesto tu sentido de la justicia por todo
Poniente. También te he visto como a Harley Quinn, guiada únicamente por la
locura y el caos sin un fin concreto. Aunque los que te conocemos sabemos, que
todo lo que haces, lo haces por amor.
Y, cuando la vida real te parece aburrida, eres Alicia,
cruzas el espejo y apareces en el País de las Maravillas. Te sientas a tomar el
té con tu amigo el Sombrerero y le cuentas que solo permitirás que te pasen
cosas extraordinarias. También te gusta ser Mia Wallace con el único objetivo
de que te saquen a bailar. Juegas con los silencios incómodos hasta
convertirlos en conversaciones y dejas que ellos digan lo que tú no te atreves.
A veces eres la Maga, un ser inocente, ingenuo y espontáneo.
Pasas tus horas dibujando rayuelas por las calles de París mientras esperas
encontrarme de casualidad, porque es la única forma en que te parece que deba
ocurrir. Y otras veces eres Dolores Abernathy atrapada en el sueño de una oveja
eléctrica, dudando de tus creencias y de tu propia realidad, luchando contra el
destino que se había impuesto para ti.
Y, cuando te pienso, en secreto te llamo Dulcinea y sueño que
te rescato de mil y un peligros que te acechan en este mundo loco y deformado.
Pero, de vuelta a la realidad, eres tú la que me salvas la vida a mí, pues eres
Michonne, llegas con tu katana en el momento justo y matas a mis enemigos sin
esfuerzo.