miércoles, 18 de enero de 2017 | By: Samuel R

A VECES TE MIRO

A veces te miro y eres Lolita, la luz de mi vida y el fuego de mis entrañas. Saltas a la comba con mi cordura y destrozas mis nervios cuando no me haces caso. Y yo intento ser tu asesino de prosa elegante mientras tú te distraes entre marañas de estímulos ajenos. Otras veces eres Lagertha, defendiéndome de los infieles como una autentica vikinga sin miedo a lo desconocido. Poderosa y segura de ti misma, con la certeza de que los dioses tienen un asiento reservado para ti en el Valhalla.

En ocasiones eres Audrey Hepburn tocando Moon River en el alféizar de la ventana bajo el atardecer de Nueva York. Coqueteas con la melancolía de los sueños que se han ido, a sabiendas de que lo mejor está aún por llegar. En otros momentos eres Once y, aunque tengas un don especial, te comportas como una niña pequeña y desapareces. Me dejas sólo y tengo que luchar contra los malos sin tus poderes.

Te he visto convertirte en Daenerys de la Tormenta, una mujer hecha a sí misma en un mundo dominado por los hombres y sus reglas. He visto cómo te has negado a someterte y has impuesto tu sentido de la justicia por todo Poniente. También te he visto como a Harley Quinn, guiada únicamente por la locura y el caos sin un fin concreto. Aunque los que te conocemos sabemos, que todo lo que haces, lo haces por amor.

Y, cuando la vida real te parece aburrida, eres Alicia, cruzas el espejo y apareces en el País de las Maravillas. Te sientas a tomar el té con tu amigo el Sombrerero y le cuentas que solo permitirás que te pasen cosas extraordinarias. También te gusta ser Mia Wallace con el único objetivo de que te saquen a bailar. Juegas con los silencios incómodos hasta convertirlos en conversaciones y dejas que ellos digan lo que tú no te atreves.

A veces eres la Maga, un ser inocente, ingenuo y espontáneo. Pasas tus horas dibujando rayuelas por las calles de París mientras esperas encontrarme de casualidad, porque es la única forma en que te parece que deba ocurrir. Y otras veces eres Dolores Abernathy atrapada en el sueño de una oveja eléctrica, dudando de tus creencias y de tu propia realidad, luchando contra el destino que se había impuesto para ti.

Y, cuando te pienso, en secreto te llamo Dulcinea y sueño que te rescato de mil y un peligros que te acechan en este mundo loco y deformado. Pero, de vuelta a la realidad, eres tú la que me salvas la vida a mí, pues eres Michonne, llegas con tu katana en el momento justo y matas a mis enemigos sin esfuerzo.

lunes, 9 de enero de 2017 | By: Samuel R

ENSAYO ERRÁTICO SOBRE LA NIEBLA

El coche que iba detrás mía puso el intermitente izquierdo y me adelanto a toda velocidad, lo cual hizo que me volviera a espabilar. Me estaba quedando dormido y aún quedaban unos pocos kilómetros para llegar a mi cama y dejarme caer, de modo que apagué la calefacción y subí el volumen de la radio un poco más con el objetivo de que el frío y el ruido me mantuvieran despierto lo que restaba de viaje.

Tres grados bajo cero y una espesa niebla eran mis acompañantes en aquella marcha nocturna, mía y de otros tantos conductores que mantenían sus coches a una velocidad continua por delante y detrás. Apenas se podía distinguir el paisaje que nos rodeaba, ni las rayas que había dibujadas en el asfalto.

De vez en cuando nos cruzábamos con algún coche que siempre parecía ser el mismo repetido una y otra vez. Daba la sensación de que no iba a ninguna parte, tan sólo daba vueltas en círculos una y otra vez sin un lugar a donde ir. Seguro que él pensaba lo mismo de nosotros. Nos limitábamos a conducir y esperar cosas. Esperábamos a que la canción se terminara y empezara otra que también se terminaría. Mirábamos bobadas en el móvil. Esperábamos a que se consumiera el cigarro para encendernos otro mientras observábamos fijamente lo que pasaba a nuestro alrededor y esperábamos el momento de actuar. Mirar y esperar.

Las luces de los coches que iban detrás de mí, erráticas y difuminadas por la niebla, me iban siguiendo a través de este viaje hacia el final del invierno. Notaba como sus faros me golpeaban, me retenían, se aferraban a mi espalda e intentaban entrar en mi cabeza. Si las escuchaba detenidamente podía distinguir sus voces llamándome desde el fondo del precipicio, tentándome a que me asomara al abismo y me dejara llevar. Volvía a sentir la llamada del sueño.

Una luz brilló en el firmamento. Miré y vi que arriba, más allá de la niebla, dando saltos entre nube y nube, había una mujer. Se subió encima de la luna y, usándola de trampolín, salto de cabeza hasta caer sobre el horizonte. Se sumergió y desapareció. Al cabo de un rato volví a verla nadando a través de las olas de espeso aire que nos rodeaban.

Deseé poder ser la niebla y envolverla.

Deseé que todas las criaturas de este mundo fueran mías e hicieran lo que yo quisiera.


Deseé despertarme de una vez en mi cama. O en la suya.