El vértigo del oleaje vuelve a amenazar con derribar la línea
divisoria que separa mi cordura de la tuya. Un chispazo despierta mi mente al oír tu voz por las calles de esta cárcel
de humo y frío. Puedo ver tus alas rotas jugando otra vez al accidente,
guiñando un ojo al choque frontal que lo destroce todo.
Y yo quise cambiarte, pero es obvio que fuiste tú quien me
cambió a mí. Ahora entrego lo que queda de mí a las noches de humo y palabras.
Y siempre vuelvo de allí con la misma conclusión. Pero no importa, seguiré haciéndolo.
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