Dicen que debo dejar de beberte. Que debo dejar de fumarte. Y
es que frecuento amargas cervezas que siempre están por terminar. Mirando el
fondo del vaso, rezo al huracán con la garganta muda de quien vive entre lluvia
y la caza. Un apocalipsis anunciado que, dicen, no puedes ignorar. Bah. ¿Que coño
sabrán las calles de nosotros? Absolutamente nada.
Yo lo sé. Y tú lo sabes. Entre el valle lunar y el mar
incauto, veo presidentes y veranos muertos que trafican con palabras de amor
que solo saben tirar a la hoguera en un vago intento de evitar que el silencio
les hable.
Ellos no saben que la oscuridad del silencio es la candela
que mas ilumina en este paso. Ellos no ven nada. Tu y yo si.
Yo seguiré bebiéndote. Seguiré fumándote, mirando de frente
a todos los seres que se descubrieron muertos para mí cuando comencé la caída libre
por esta espiral que ya hace tiempo que me convenció para dejarme arrastrar y
no oponer resistencia.
No creo que deje de pensar que aún podemos juntarnos a
medianoche, resucitar durante un momento al verano y derrochar tanta luna
menguante como queramos. Pero tendrás que bajar hasta lo más oscuro junto a mí.
Y es que los corazones se rompen continuamente. Pero ellos
no saben que seguramente, el corazón, este diseñado para ello.
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