Qué pena no haber sido consciente de la realidad cuando aún
estaba a tiempo de elegir un camino en lugar de otro. Antes de que hubiera
llegado ese momento en que el entusiasmo por lo nuevo fue enterrado en un nicho
descolorido sin flores que den esperanza.
Lo cierto es que enseguida te encuentras cansado de estar
cansado, y para eso no hay marcha atrás. Amas tu malestar, tu cruz, cada clavo
de tu ataúd. Pensando que tu mierda es distinta a la de los demás. Un
pensamiento que todos tenemos, un pensamiento que nos iguala a todos.
Quizás nos hemos tomado demasiado en serio nuestro papel en
esta barraca. Y cuando todo ha empezado, no se puede parar. Quedas atrapado
junto a tus líneas, que repites una y otra vez, disminuyendo el volumen de un
año a otro.
De vez en cuando nos saltamos los deseos del guionista, y
hablamos de nuestras ganas de huir de todos los sitios, en busca de nada,
realmente. Solo por el orgullo de quien finge romper algo bonito, por orgullo
de quien juega a ser superior. Y, cuando el juego nos aburre, volvemos a
nuestro interior, muy contentos por haber alcanzado un nuevo nivel de angustia
y soledad.
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