Las botellas están esparcidas por el suelo, las bolsas
tiradas, los hielos derritiéndose y las coca colas sin tapón. La gente
amontonada. Hay risas y alcohol. La vida, lo bueno y lo malo, concentrado
alrededor de una caseta de feria.
A nuestro lado hay un grupo de jóvenes haciendo ruido. Hay una
chica, lleva un vestido oscuro, ajustado. La miro. No me mira. La miro. Un
chico se acerca hasta ponerse a su lado, otea a los lados; parece preocupado.
La coge de la cintura y me mira. Desvío la mirada.
Tranquilo. No estoy mirando a tu chica. No te preocupes, que
la respeto, a ella y a ti. De hecho, yo lo respeto todo: las flores que deberían
crecer hermosas y no lo hacen, las coca colas disipadas, los hierros que se
oxidan, las sillas de plástico que envejecen en los patios.
El chico se relaja al ver que la presión ha terminado. Se por
lo que está pasando. Conozco perfectamente su situación: la chica tiene una
madre que habla mal de ti, quizás algún hermano que te vigila cuando sales de
fiesta para que no hagas ninguna estupidez. Un grupo de amigos que desean con
todas sus fuerzas que no salgas con ella, porque la anulas.
Y a ella le gusta bailar en la discoteca y que todos la
miren, ¿verdad? Seguro. Le gusta coquetear con cualquiera sólo para saber que
los tiene a todos detrás. Y se cabrea cuando tardas demasiado en contestar a
sus mensajes. Estoy convencido de que te echa la bronca cuando la llevas al
cine y la película no le ha gustado, además las palomitas estaban rancias y había
un señor en la fila de atrás respirando demasiado fuerte para su gusto. Y
claro, es culpa tuya.
Disfruta viendo los programas más absurdos de la televisión,
y te obliga a verlos con ella. Tiene un carácter horrible y se pasa horas
hablando con sus amigas por teléfono. Y tiene amigos que desearías que no
tuviera. Además, quiere viajar por el extranjero una temporada ella sola y
conocer gente nueva.
Y algunas veces, cuando fuma demasiado, ronca por las
noches. Y es fría en la cama, aunque aparente lo contrario. ¿Quiere también ser
bailarina? Y no tiene trabajo porque le dan migrañas y no aguanta a la gente.
Pero tú tienes tu brazo sobre sus hombros ahora mismo, y te
crees especial creyendo que tienes algo que nadie más posee en el mundo. Y
estoy seguro de que llevas toda la razón chaval, sujeta bien ese saco de
intestinos y cefaleas, no te lo vayan a arrebatar.
Yo sé lo que te va a pasar. Ella se irá con otro y tu
pensarás en suicidarte porque ya nada tiene sentido. Y un buen día, en un
pasillo de supermercado, te la encontrarás. Y su vestido, que ahora le queda
tan bien, estará viejo y sucio, y tendrá cara de resaca. Os acercaréis y ella
te hablará de su maravillosa vida, pero tu mirarás su pelo y verás que ya no
tiene brillo y que sus ojos están apagados.
Y cuando la conversación acabe, ella se dará la vuelta y
meneará su culo para que la mires. Pero tú ya solo veras carne de desguace que
cruza la sección de congelados.
Es una metáfora. ¿Lo entiendes? A mí una mujer me lo intento
explicar y no lo entendí en su momento. Pero creo que ya sé lo que quería decirme.
Al final habrás visto todas las películas que querías ver, y tu grupo de rock
favorito te aburrirá. Y todos los buenos libros habrán sido ya leídos y
olvidados. Y verás todas esas cosas de tu vida alejarse por la sección de
congelados.
Al palpar el bolsillo de mi pantalón noto que tengo ahí el tapón
de la coca cola. Vuelvo a ponérselo. Es mi pequeño grano de arena para ayudarte
con tu destino, chaval.
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