domingo, 25 de marzo de 2012 | By: Samuel R

Piedras en el agua


Estoy volviendo a los garabatos más primitivos. Una condena a la que tarde o temprano hay que entregarse, con los ojos cerrados y los puños abiertos.

Y mi mayor temor en este momento es que el viaje sea demasiado corto. Rezo para estrellarme en un rincón de la mente todavía por explorar, y no pueda escapar de allí nunca más.

Y ojalá, allí dentro, una luz alumbre permanentemente un largometraje que reproduzca sin descanso mi vida y obra, que se reduzca a un desfile de idioteces, una ridícula biografía sin final. Ojalá y unos ojos en la pared me sigan allá donde vaya cargando mi agonía a cuestas. Y nunca me sea permitido frenar el constante ruido que arrolla mis sentidos hasta destrozarme por completo.

Una piedra se hunde en el rio, en lo más profundo de su cauce. Sueña con que la corriente sea capaz de arrastrarla de una forma u otra, hasta desembocar en el lugar donde nacen las cicatrices. Y ahora lo entiendo, las cicatrices se convierten en una pesada carga, demasiado pesada para llevarlas contigo.


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