Me niego a ser una persona tranquila. No volverá a pasar. Me
niego a seguir el sendero que el conformismo va dejando a su paso, donde, en la
cuneta, puedes ver el rastro de los cadáveres que siguieron el camino ya marcado,
y de los que ahora nadie se acuerda. No tienen nombre ni apellidos. No acabaré
ahí.
Me niego a volver a sentirme un muerto depositado a orillas
del mar. Otra vez no. Me niego a volver a coger un paraguas cuando llueve, ni a
abrigarme si el hombre del tiempo ha dicho que hará frio. Me da igual. No volveré
a colgarme de tus mejillas. No más paz de espíritu y conciencia, no volveré a
dejar que mi vida este prefigurada por una estabilidad sin tensión ni
sacrificio constante.
La vida no es un puto ajedrez. Aquí nadie está en igualdad
de condiciones.
El mayor miedo que tenía era que hiciera su aparición la
vida real y que la función se acabase. Ahora sé que voy a morir, de modo que viviré
como si fuera inmortal.
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